No acabo de entender todo el ruido que se ha generado con la chapuza del ‘paquete de medidas’ (de medidas desesperadas, por cierto). Después de analizarlo fríamente he llegado a la conclusión de que se trata de más de lo mismo: una nueva chapuza para hacer algo en la forma pero sin solucionar nada en el fondo.
En primer lugar las medidas llegan tarde, muy tarde. En segundo, no van a atajar el problema: un grado de gasto por parte de la administración totalmente aberrante. No creo que bajar el sueldo a algunos funcionarios y a todos los pensionistas suponga un ahorro real ni eficiente. Los que esperamos jubilarnos algún día ya podemos empezar a buscarnos un sistema de pensiones alternativo porque no me hace ninguna gracia que, después de 30 o 40 años currando me pueda quedar a expensas de lo que un grupo de incompetentes que en su vida han trabajado de verdad, consideren que debo o no debo cobrar.
Por otro lado, los recortes en salarios de funcionarios no van parar sólo a ese estereotipo que todos tenemos en la cabeza (y al que el recorte de sueldo le dará aun más excusas para perrear). Los recortes se van a cebar en aquellos funcionario que ya encuentran pocos alicientes para tratar de imprimir algo de coherencia y de eficiencia a la incoherente e ineficiente administración para la que trabajan. Sobre todo cuando estos vean que, mientras su sueldo baja un 5%, el de sus superiores – que en la administración suelen serlo siempre por méritos políticos y raramente por experiencia profesional – apenas recibe un recorte de un 1% y, por supuesto, mantiene o incrementa otras prerrogativas como dietas, complementos específicos, productividades…
Efectivamente el gasto de la administración es obsceno y una población funcionaria de cuatro millones de personas es desmesurada. Pero claro, teniendo en cuenta que vivimos bajo la jurisdicción de tres administraciones diferentes (cuatro si contamos Bruselas) con funciones duplicadas y, a veces, triplicadas ¿cómo no vamos a tener un exceso de funcionarios?.
Puestos a recortar gastos ¿por qué no reducir el número de empleados públicos improductivos? (empezando, obviamente, por los cargos intermedios y el sorprendentemente enorme séquito político que muchos aglutinan a su alrededor) ¿por qué no eliminar ministerios y ministros inútiles? ¿por qué no suprimir – estas sí – las pensiones vitalicias que cobran nuestros cargos públicos?.
Es más, puestos a que los sindicatos se hagan los dignos y los ofendidos (me apuesto lo que queráis a que sus amenazas de huelga son, como siempre, un farol) ¿por qué no eliminar de los presupuestos de la administración pública esa figura parasitaria denominada ‘liberado sindical’? Si los sindicatos quieren trabajadores a tiempo completo que empleen gente contratada laboralmente; ¿no tienen como objetivo fomentar el empleo? para eso reciben subvenciones y recaudan cuotas de afiliación…
Arreglar las cosas es prácticamente imposible pero, conseguir que mejoren poco a poco quizá no lo sea tanto. Como casi todo en este mundo es cuestión de voluntad. De voluntad real por arreglar las cosas y no de tratar de poner los trastos a cubierto mientras otros apechugan con el temporal.