Ayer fue mi cumpleaños así que la mejor manera que se me ocurrió para acabar el día fue irme al cine. Tenía curiosidad por ver el nuevo Hombre Lobo. Me había llamado la atención esa estética decimonónica y, como suelo tener ataques de nostalgia por los monstruos entrañables y sencillos de las pelis antiguas de terror me pareció una buena elección. La verdad es que no albergaba muchas esperanzas porque, últimamente, cuantas mas expectativas me genera una película más me defrauda después. Sin embargo El Hombre Lobo fue una sorpresa muy agradable.
No le busquéis originalidad, ni profundidad, ni complejidad. La película es simple, arquetípica y, sobre todo, muy honesta. Es de esas pelis que no aspiran más que a entretener y, por eso mismo, resulta ser un entrañable homenaje al clásico de la Universal en el que se basa. Realmente me dio lo que iba buscando: un desarrollo clásico, efectos especiales bien hechos pero no excesivos, un montón de decorados reales (genial ese Londres frío, oscuro y tridimensional, alejado de los chromas de diseño), buenos actores bastante correctos y, por encima de todo, una atmósfera espectacular.
Es cierto que, en algunos momentos, el Hombre Lobo tiene una edición un poco extraña y, para mi gusto, le sobra casquería pero en general la peli es muy, muy divertida. Se aleja de la burla adolescente o videoclipera con la que han desifrazado últimamente a los hombres lobo y, además, revive mediante guiños frecuentes algunas de las mejores apariciones en pantalla de la bestia peluda. Y no le busquéis tres pies al lobo 😉